sábado, 17 de junio de 2017

Relatividad

Ricardo Garanda Rojas

(121215)


Mi teoría de lo relativo:
del tiempo que depende
del espacio que ocupe.

Rápido, veloz
si las posibilidades se expanden,
si la vida parece
de amplias dimensiones
con horizontes más allá
de la propia comprensión,
limites ilusos, ficticios
más allá de las siluetas
que se acercan a los sueños

nacidos en el veinteañero anuncio
del absoluto autocontrol esteta
y extendido década a década
en grandilocuentes círculos concéntricos
alejados aún del gesto del renuncio.

Pero es el tiempo mucho más lento,
casi esperanzadamente congelado,
cuándo los muros se acercan
y el agobio vital del espacio
hace que brote nuestro dolor
de los límites, de la angustia
del final del camino
viendo cómo aún queda suela virgen
para gastar y no cerrar en falso nada,
ningún proyecto,
ninguna promesa
ningún nuevo contacto con vidas herederas.

El tiempo siempre se agota
antes de lo esperado
y el espacio se achica con su final,
y de los grandes paraísos infinitos
de las revolucionarias arboledas
y la sensación de otro mundo bajo los adoquines,
pasamos a nuestra pequeña habitación
dónde oxidadas chinchetas
mantienen entre poemas y entradas de cine
los sueños escritos en papel salmón.
Pasamos en el mismo acto
a la poesía de la impotencia,
la excusa de las cobardías,
la justificación de lo inalcanzado
en el estrecho y decepcionante callejón.

Se hace insuficiente
cuándo el tiempo lo achica.
Ya no hay espacio
si la vida que va quedando
se reduce a esencias de esperas,
a miradas vigía
buscando el final de un horizonte
que se acerca agobiante,
si los concéntricos sueños
día a día se agotan.

No queda espacio
Si la vida está rota.



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