Ricardo Garanda Rojas
(Puerto de Vega, Julio 2015)
Fotografía de J.L. Romero |
Estuvimos al
borde de esta senda
tan alta como el
horizonte,
antes de volver a
Vega
miro ese grandioso
sol
entre las aguas
que divide
derramando la
luz roja sobrante
al esconderse nada
lejos
después de haber
iluminado
el medio mundo
que se despide
hacia la noche
errante.
Estuvimos allí
abajo,
en esa playa,
atravesada por
el Frexulfe,
río aún alterado
por la Jira fiesta,
sin virgen ni
ermita.
De fiesta laica el río y la playa,
mirando abajo
de fiesta vimos
a las gentes
gozando lo que
queda
de éstas anuales
Telayas.
Los barcos en el
puerto
parados de la
mar
regalando a la
pesca
su anual amnistía
de redes
paradas,
ordenadas jaulas
y anzuelos
colgados en tierra.
Y las gaviotas modifican
sus ritos
alteran sus
vuelos,
no hay pesca en
estos días,
y cambian sus
gritos de guerra,
contagiado su
anhelo,
hoy no buscan en
esa arena
los bienes que
restan,
regalos de las
inequívocas mareas,
hoy ellas
también festejan
los restos de la
comestible fiesta.
La Jira ya canta
y avanza
su vuelta por la
carretera,
cantos y danzas de
charangas,
hasta Vega
para continuar
la fiesta
engañando a esa
noche
de verbenas
que ya tiene
dueñas y dueños
como si fuera un
reto
la inevitable
resta de las horas
del ensueño.
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